http://www.youtube.com/watch?v=hKXrVHlIvYw
Musicoterapia
El poder de la música
(Por José Manuel Brea Feijoo)
Nadie puede negar el efecto que sobre los hombres producen las melodías
y los ritmos musicales. Los propios sonidos de la Naturaleza influyen en
el estado anímico, habitualmente acariciando y llenando de sosiego, pocas
veces enardeciendo los humores y cargando el espíritu de inquietud. Por
el contrario, los ruidos ambientales de los que difícilmente podemos escapar,
ejercen otro tipo de influjo, mayormente negativo, que perturba, solivianta
y desasosiega. Y para contrarrestar lo que nos amenaza y desequilibra, contamos
con el poder de la terapia sonora.
Los diferentes efectos de la música

Desde lo natural, el hombre ha sabido valorar
la fuerza de los sonidos, encauzándolos en su propio beneficio, de
modo que la humana música fue sirviéndole para sus diferentes
propósitos. Al parecer, con un primitivo significado territorial,
anunciador y ratificador del dominio geográfico. Con un posterior
o simultáneo sentido sexual, simbolizando la atracción y la
fuerza creadora de vida. Y tras el devenir de los siglos, con un refinado
cometido de goce espiritual que, en muchas ocasiones, se traduce en mudanza
emocional. Finalmente, con una pretensión de mensajera intelectual,
cuando menos cuestionable sin el soporte de la palabra.
¿Quién no ha oído del mítico poder órfico
de la música que apacigua a las fieras? Por supuesto de aquella dulce,
melodiosa y placentera que, al decir de algunos estudiosos, hace crecer vigorosamente
a las plantas y hasta dar más leche a las vacas; en estos casos, quizás
también energética como la mozartiana, que se ha mostrado experimentalmente
como la más adecuada para la flora y la fauna doméstica. Es
como si lo que el hombre ha recibido de la Naturaleza y sublimado a través
de su capacidad artística se lo devolviese felizmente agradecido.
En nuestros días es reconocido el efecto del arte sonoro sobre la
salud, en sus dos vertientes, física y psíquica; aun dudando
de su capacidad curativa, no se puede negar su acción mitigadora de
ciertas dolencias del cuerpo y del alma. Tanto es así que el desarrollo
de la musicoterapia como ciencia es una realidad que, aunque no de largo
alcance en nuestro medio, ha ido ganando adeptos entre los profesionales
de la medicina, que han podido comprobar, en sí mismos o en terceros,
los beneficios de determinadas piezas musicales, vocales e instrumentales,
en particulares desajustes corporales y mentales. El poder de la música,
con sus limitaciones, se reconoce entonces como una gran terapia.
Los mismos creadores o intérpretes han podido beneficiarse de las
bondades de su arte. Sabemos de músicos mentalmente perturbados o
emocionalmente desequilibrados que, al menos durante un tiempo, fueron salvados
por su propia creación musical. Con ella consiguieron realizarse y
mantener un equilibrio que contrasta con sus dramáticas existencias.
Baste recordar a Schumann, Wolf, Tchaikovsky o Mahler, por nombrar a cuatro
grandes compositores bien conocidos. Pero sobre todo son la mayoría
de receptores anónimos los principales destinatarios de la belleza
sonora como fuente placentera y estimulante.
La música acompaña celebraciones festivas, favoreciendo la
conveniente eclosión de alegría, pero también es parte
de ceremonias piadosas y solemnidades funerarias. Desde la cuna a la tumba,
jamás nos abandona; no eluden sus efectos ni los sordos, capaces de
sentir en su cuerpo la transmisión de las vibraciones sonoras. Ora
una nana, ora una canción de aniversario, ora una marcha nupcial,
ora una marcha fúnebre... Parece necesaria su presencia en toda actividad
humana que entrañe regocijo o lamento, júbilo o tristeza, placer
o dolor, risa o llanto, amor o desamor. Y se hace muy difícil concebir
el más allá sin su adorable caricia.
En la gran ópera La flauta mágica (Die Zauberflöte),
Mozart reafirma la magia benefactora de la música, su fuerza disipadora
del mayor temor, liberadora del sufriente ser humano: un poder que a través
de los grandes valores iluminará la tenebrosa senda que nos lleva
hacia la muerte. En el hermosísimo Lied A la música (An
die Musik), Schubert se rinde al arte benévolo que lo ha conducido
a un mundo mejor. Y con su Cuarta sinfonía, Nielsen proclama
que la música es vida, y como ella inextinguible. Quién sabe
si tras la oscuridad de la decisiva noche hallaremos otra luz engendrada
por el poder de la música.
http://www.opusmusica.com/026/poder.html
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